Brenda Hopkins Miranda

“Impossible is just a big word thrown around by small men who find it easier to live in the world they’ve been given than to explore the power they have to change it. Impossible is not a fact. It’s an opinion. Impossible is not a declaration. It’s a dare. Impossible is potential. Impossible is temporary. Impossible is nothing.” ~ Muhammad Ali

En tiempos en los que tenemos recordatorios constantes de la fragilidad de la vida sin duda se vuelve extremadamente URGENTE que hagamos un reclamo colectivo al derecho de TODA persona a que su dignidad sea respetada. HOY más que nunca las palabras de Max de Pree son relevantes: “We need to give each other the space to grow, to be ourselves, to exercise our diversity. We need to give each other space so that we may both give and receive such beautiful things as ideas, openness, dignity, joy, healing, and inclusion.” El respeto a la dignidad incluye el derecho que tenemos TODOS a ser y hacer aquello que nos produce felicidad. Para algunas personas, incluyéndome, felicidad = hacer música.

He perdido la cuenta de cuántas veces he tenido la misma conversación. Casi a diario se me acercan personas a confesarme que su sueño era la música. Puedo observar la tristeza en su mirada mientras me cuentan su historia. He escuchado algunas que parecen una película de terror. Otras quizás son menos dramáticas, pero siguen siendo tristes. No debe haber peor desconsuelo que el de un sueño perdido o una pasión abandonada. Para estas personas la palabra música incita una serie de sentimientos negativos muy potentes. Aunque suene increíble, la música puede llegar a convertirse en un trauma para algunos.

Recuerdo la experiencia que tuve el día que fui a ver la película “Whiplash”. Durante las escenas en que el personaje del maestro (magistralmente representado por el actor J. K. Simmons) humillaba al protagonista, un baterista lleno de pasión y ganas, la audiencia se reía. No lo podía creer. ¿Cómo es posible que el maltrato de otro ser humano le provoque risa a alguien? La película está bien hecha y las actuaciones son excelentes, pero la experiencia en sí (incluyendo la reacción de la audiencia) me dejó horrorizada.

El asunto es que el tema de “Whiplash”: el abuso emocional y psicológico que cometen algunos maestros de música con sus estudiantes, ha sido y sigue siendo una realidad. Quienes han estado en el mundo musical lo saben, pero muy pocos hablan sobre ello. En algunos ambientes el abuso es hasta considerado “normal” y a los “maestros” maltratantes se les califica como guardianes de la excelencia.

No voy a profundizar demasiado en las razones detrás del abuso. Confieso que no las puedo explicar porque no las entiendo. Obviamente estoy consciente de que no todos los maestros son abusivos. En realidad se trata de una minoría, pero es importante reconocer que existen. Quizás algunos lo hacen porque piensan que es por el bien de sus estudiantes. Otros lo harán porque honestamente ven a sus estudiantes como una amenaza. Para ellos cada estudiante representa competencia en un mundo en el que hay pocas oportunidades de trabajo.

Y pues, siempre hay quien disfruta el chorrito de poder que tiene sobre la vida de otra persona. Sería ingenuo negar que la envidia y los celos existen. También existen los músicos frustrados, los que no llegaron a donde querían llegar, los que honestamente odian dar clases, pero no tienen más remedio que hacerlo porque no pueden vivir de su música. Y lo peor de todo es que el daño no termina en el estudiante que recibe el abuso. Estos “maestros” con su conducta están promoviendo una cultura de bullying y están enseñando a sus estudiantes “estrellitas” (mejor dicho estrellados) a imitar ese tipo de comportamiento tan nocivo.

Una de las raíces del problema es que en ocasiones se contratan músicos para dar clases que en realidad no tienen la vocación para enseñar. Enseñar (al igual que tocar un instrumento) requiere mucho de una persona:

• Pasión
• Compromiso
• Entrega
• Conocimiento
• Destreza
• Experiencia

En el mundo de la música no es tan sencillo encontrar personas cualificadas para enseñar y, lamentablemente, no siempre las instituciones se dan a la tarea de encontrarlas. Les basta con que sepan o toquen mucho. Supongo que esto también sucede en otras profesiones. Esta realidad expone a los estudiantes a entrar en contacto con personas que pueden tener un efecto negativo en su desarrollo.

Por su parte son muchos los estudiantes que aceptan el abuso en silencio. Algunos piensan que el abuso es “parte de” y que es “por su bien”. Su corta edad los hace vulnerables. Aceptan lo que dicen sus maestros como verdad. No se atreven a cuestionar. Para ellos todo lo que digan los mayores, los que tienen más experiencia y tienen títulos como “maestro”, “profesor” o “director” debe ser cierto. Si un músico reconocido y respetado lo dice entonces debe ser así. Todo esto pone en marcha un proceso que va convenciendo a algunos de que no sirven para la música cuando esta no es necesariamente la verdad.

Sería mucho más fácil y cómodo para un maestro que todos sus estudiantes exhibieran más o menos las mismas habilidades y aprendieran más o menos de la misma manera, pero esa no es la realidad. Cada persona viene a este mundo con una combinación única de talentos, intereses, necesidades y maneras de aprender. Por ello es imprescindible que un educador domine distintas técnicas, métodos y maneras de enseñar un mismo material. La realidad es que hay maestros que solo tienen una manera de enseñar y esta manera solo funciona con un tipo de estudiante, provocando que los demás queden marginados solo por ser diferentes. Sucede que ese ser diferente obligaría al maestro a pasar más trabajo y no todos están dispuestos a hacerlo.

¡Despierta! ¡Abre los ojos! Si un maestro te dice que “no sirves” o que “no tienes talento” en realidad no está hablando de ti. Lo que está haciendo es demostrar su falta de vocación, voluntad y compromiso. Ese maestro que se burla de ti, te critica, te humilla y te invita a rendirte está mostrando su propia vagancia y sobre todo, su falta de capacidad. Quiero decir que ese maestro está revelando su incapacidad para enseñarle a una persona como tú.

¿No lo habías pensado? ¿No se te había ocurrido que quizás el problema no lo tienes tú? Pues es posible que así sea. Quizás el asunto no tiene que ver con falta de talento. Quizás lo que sucede es que te tocó tomar clases con una persona que simplemente no sabe ni puede enseñarte como tú necesitas que lo hagan. Quizás la solución entonces no es renunciar. Quizás se trata simplemente de que cambies de maestro.

Un verdadero educador sabe desarrollar al máximo el potencial de cada estudiante. Un verdadero educador es capaz de enseñar el mismo material de distintas maneras. Un verdadero educador celebra las diferencias entre sus estudiantes y saca lo mejor de cada uno. Un verdadero educador es consciente de que los estudiantes son individuos con cualidades, talentos, destrezas y limitaciones distintas y entiende lo maravilloso que es que cada persona sea única e irrepetible (sobre todo en el ARTE  y obviamente música = ARTE).

Yo siempre he apostado a los jóvenes, los luchadores, los rebeldes con causa, los llaneros solitarios, los nota discordante, los oveja negra, los out of the box, los pioneros, los valientes, los atrevidos, los inventores, los innovadores, los creadores, los arriesgados, los originales, los auténticos, los inclasificables, los incomprendidos, los rechazados, los disparejos, los desiguales, los disconformes, los minoría, los locos, los excéntricos y los que tienen una imaginación enorme y un corazón GIGANTE.

En todas las instituciones hay un grupo de estudiantes (en mi experiencia usualmente los más creativos y originales) que es marginado, excluido, ignorado, incomprendido y/o rechazado. Los veo a diario por los pasillos preguntándose si deben renunciar a su pasión. Van de clase en clase desmotivados, llenos de inseguridad, ansiedad, depresión y frustración. A algunos los he visto llorar. Tienen su autoestima estropeada y no es para menos. Sus ideas, su creatividad, su identidad y su esencia han sido atacadas solo por ser diferentes o por no seguir las reglas al pie de la letra.

No nos debe sorprender que una persona que recibe constantemente el mensaje de que es inferior o no sirve termine renunciando a sus metas. Puede que haya un puñado de personas que no tengan absolutamente ninguna musicalidad, pero mi experiencia ha sido que la gran mayoría de los seres humanos somos musicales y como dijo Henry Van Dyke: “Use what talents you possess; the woods would be very silent if no birds sang there except those that sang best.”

El asunto es que TODO EL MUNDO tiene derecho a hacer lo que le hace feliz, en este caso la música. ¿Qué va a pasar con esa música y hasta dónde va a llegar la persona con ella? Pues eso lo decidirán otros factores que están fuera de nuestro control. Algunos podrán vivir de la música y otros no. Unos tocarán para miles de personas alrededor del mundo y otros lo harán para 20 gatos. ¿Y? Cada cual llegará hasta donde le toque llegar. Aquí lo importante es que no le neguemos a una persona la oportunidad de sentir la inmensa felicidad que produce el acto de hacer música. Aquí lo que cuenta es que cada persona pueda hacer lo que le llena y le hace feliz.

Hay casos de estudiantes que tienen potencial, pero son víctimas de estereotipos, mitos o confusión sobre lo que es realmente el talento musical. Es triste ver a tantos de ellos abandonando sus estudios, metas o la música misma. Terminan tan confundidos y desorientados que pierden la noción de su propia identidad y dejan de creer en sí mismos.

Ciertamente, cuando un joven deja de creer en sí mismo y sus capacidades, esto representa una gran pérdida para la sociedad. Yo opino igual que G. M. Trevelyan: “Never tell a young person that anything cannot be done. God may have been waiting centuries for someone ignorant enough of the impossible to do that very thing.”

Lo cierto es que estoy clara de que mi trabajo como educadora no es obstaculizar el camino, detener el progreso, ni destruir los sueños de nadie. Para mí el tener influencia sobre la vida y los sueños de una persona, sobre todo de una persona joven, es una gran responsabilidad. Los jóvenes que están luchando para estudiar y abrirse camino en la vida lo que necesitan son personas que crean en ellos. Lo menos que necesitan es escuchar que no pueden o no sirven.

Nunca le he visto valor educativo ni efecto positivo a la humillación y el abuso psicológico y emocional. He sido testigo de como los estudiantes que han sido maltratados se desaniman, frustran y finalmente se rinden. Por otro lado, cuando le dices a un estudiante que crees en él, cuando lo apoyas y lo tratas con respeto su motivación y dedicación crecen. Yo pienso (porque lo he visto) que dar aliento, ánimo y esperanza SIEMPRE trae buenos resultados. Además, no podría dormir tranquila sabiendo que soy responsable de tronchar los sueños de una persona. En mi opinión lo que los estudiantes (y todo ser humano) necesitan de los educadores es:

1. Confianza
2. Aceptación
3. Ser escuchados
4. Comprensión
5. Respeto
6. Validación
7. Animo
8. Apoyo
9. Protección
10. Guía

Pero lamentablemente no todo el mundo tiene la voluntad o capacidad requerida para ser un educador de excelencia. Todos los días llegan más historias de maltrato a mis oídos. Y en par de lamentables ocasiones me ha tocado ser testigo del mismo. La base del problema es el hecho de que algunos maestros de música son contratados por su reputación, por lo bien que tocan o lo mucho que saben, pero no necesariamente por su vocación y calidad como educadores. El resultado de este descuido es que muchas personas que sí tienen talento deciden renunciar a la música y sus sueños. Con más frecuencia de lo que quisiera me tropiezo con ex-músicos, personas que amaban la música, pero perdieron el gozo en el camino.

Si eres de los que ha enfrentado rechazo, maltrato o abuso no estas solo. Es fácil encontrar listas de personas exitosas a quienes no les fue bien en sus estudios o a quienes alguien les dijo que NO podían. Muchos de ellos luego tuvieron la oportunidad de demostrar a sus detractores que estaban equivocados. Hay tanta música que no existiría si estas personas le hubieran dicho que sí a esos no. Por eso te invito a que la próxima vez que alguien te diga que no puedes o no sirves le digas NO a su no.

Si no puedes imaginar tu vida sin música, si la música te llena y te hace feliz, no permitas que nada ni nadie te haga renunciar a ella. Tienes derecho a hacer lo que te hace feliz. Recuerda lo que dijo Shannon L. Alder: “The important thing isn’t what other people think you are; it’s who you are.” Créeme. Solo atreviéndote a ser quien eres y a hacer lo que amas lograrás que este ratito llamado vida valga la pena. Además, como dijo Walt Disney (otro de los rechazados): “It’s kind of fun to do the impossible.”

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