“The difference between the poet and the mathematician is that the poet tries to get his head into the heavens while the mathematician tries to get the heavens into his head.” ~ G.K. Chesterton
¿Sabías que además de la venganza, hay otra manera de matar y envenenar el alma? Se llama la musimática. ¿Y qué es la musimática? Suena algo así: ¡Chacho! ¿Escuchaste lo nuevo de fulano? Tiene una canción en compás de 17 por 8 y ¾ y una rumba en clave de 11 y medio. Encima de eso están tocando como a 380 la semicorchea y hay como 7 acordes por compás todos de sustitución de tritono. Chequéate un patrón que hizo con la escala aumentada en un ciclo cromático enarmónico de sub-dominantes y modulaciones paralelas binarias en contrapunto diatónico, etc. etc. etc. (jajaja). Está bueno para transcribirlo y transportarlo a todos los tonos en ciclo de cuartas. Resumiendo: ¡es un mazacote bestial!
Respeto los gustos de otros, admiro lo que ciertos músicos son capaces de hacer, pero honestamente la musimática no es para mí. Por eso nunca me vas a encontrar participando de una conversación así.
Sé que como soy músico se supone que me guste la musimática (fusión de música y matemática). Sé que se supone que me guste la música intelectual, la que está hecha para estimular la mente, pero tengo que confesar que a estas alturas de mi vida lo menos que disfruto es escuchar a un músico que está tratando de impresionarme ya sea por su rapidez o porque usa fórmulas y patrones último modelo. En mi opinión la música no debería ser usada para probarle a otros lo que uno vale o sabe. Quizás pensar como pienso me hace rara. Yo a quienes aprecio son a los músicos que me quieren contar una historia o hacer sentir algo. Los números, las fórmulas y los patrones no sirven para eso.
Entiendo la fascinación por la música complicada. Comprendo que una persona que ha escuchado grandes cantidades de música quiera escuchar algo que le rete y le haga pensar. Además, no toda la música complicada es musimática y no todos los que la tocan son musimáticos. Los musimáticos son seres muy particulares. Nunca he estado en contra de la música complicada. Ni siquiera estoy en contra de la música que no me gusta. Entiendo que mientras más variedad haya mejor. Son los musimáticos los que están en contra de la música simple. Su sobredosis les hizo perder la capacidad de disfrutar la belleza de lo simple y no solo eso, también perdieron la capacidad de tocarla. TODO lo que tocan los musimáticos les suena a jazz.
Ya no pueden tocar simple porque no son libres. Se vuelven esclavos de una voz que les grita: “¡Estás tocando demasiado sencillo! ¡Tienes que tocar algo complicado AHORA!” Mientras más tiempo lleva tocando, más valiente tiene que ser un músico para atreverse a ser simple. Honestamente no recuerdo cuando fue la última vez que escuché a un guitarrista o un pianista tocar una redonda.
Es bastante fácil identificar a los musimáticos. Van por ahí tocando las mismas escalas, los mismos conceptos genéricos y patrones pre-fabricados y reciclados. Han perdido también la capacidad de admirar la belleza de la imperfección. Los verás haciendo muecas y burlándose cuando alguien comete un error. Los vas a escuchar por los pasillos desacreditando a los imperfectos (no se han enterado que imperfectos somos todos) y chismeando sobre los errores que otros (no ellos) cometen. Reaccionan de ese modo porque ignoran una de las verdades más profundas: se puede hacer buena música con un error.
Es interesante la explicación que hizo el pianista Herbie Hancock sobre lo que hacía Miles Davis (un genio de verdad) cuando uno de sus músicos cometía un error. Si quieres escuchar esta historia del mismo Herbie mira el vídeo aquí. Contrario a los musimáticos, en vez de burlarse, molestarse, hacer muecas, chismear o hacer bullying Miles, como verdadero líder y genio que era, tocaba algo que hacía que el error de esa persona sonara bien. ¡Imagínate eso! Tocar para que lo que toca otro suene bien. ¡Qué concepto tan exquisitamente revolucionario! Miles (a diferencia de los musimáticos) no necesitaba hacer pequeños a los demás para sentirse grande. Para Miles era más importante la música y su equipo que él mismo.
Lo que no saben los musimáticos es que mientras más nos quieren convencer de su “perfección”, más suenan como robots. Ya lo dijo Ernst Fischer: “As machines become more and more efficient and perfect, so it will become clear that imperfection is the greatness of man.” No se dan cuenta de que mientras más calculan, suman, restan, dividen y multiplican la raíz cuadrada, más aburren. Como dijo Marilyn Monroe: “Imperfection is beauty, madness is genius and it’s better to be absolutely ridiculous than absolutely boring.”
Los musimáticos mientras más información acumulan, más van perdiendo muchas de las capacidades y destrezas que permiten que la música llegue a ser ARTE. Tristemente, la mayoría de ellos nunca logra recuperarlas. Pierden su identidad, su originalidad, su expresividad y su creatividad. Pierden la capacidad de pensar por sí mismos y arrisegarse. Cada vez que se enfrentan a un nuevo reto tienen que preguntar cómo se supone que hagan lo que quieren hacer. Siempre necesitan saber la manera “correcta” de hacer las cosas. No tienen ni la iniciativa ni el valor ni la capacidad de investigar y encontrar su propia manera. Así que dependen de copiarse de las maneras de otros para poder tocar.
Necesitan saber las reglas antes de hacer cualquier cosa y una vez las saben ya no pueden salirse de ellas. Son los que cuando les pides que toquen una sección abierta (on cue), un trade off de frases irregulares y sin medida exacta, una serie de corcheas al azar, o les pides que tiren la mano con cierta intención sin pensar en las notas, o les pides que terminen la canción con un glissando que pare en cualquier nota te miran confundidos y perplejos. Si TODO no está medido y fríamente calculado no pueden funcionar. Se paralizan.
Los musimáticos pierden la capacidad de tocar de oído. Tocan con los oídos apagados y la mente en high. La música no les entra por los oídos ni mucho menos por el corazón, les entra por los ojos. Se sienten desamparados si no tienen una partitura de frente. Si no saben cómo se llama el género que están tocando, la tonalidad, la métrica y todo lo demás no pueden tocar. No pueden jamear a menos que sea un standard. A veces “jamean” hasta leyendo una partitura.
Acompañan a los solistas al estilo play along, tocando todos los acordes de todos los compases usando el patrón del comping correspondiente al género que se esté tocando. Cuando cambian el acompañamiento no lo hacen porque la música lo pida o porque están reaccionando a algo que hizo el solista sino porque piensan que tienen que tocar algo diferente y complicado. Se cansan o aburren de tocar lo mismo. Deciden que llevaban demasiado tiempo repitiendo lo mismo sin importar como su decisión va a afectar al improvisador.
Los musimáticos también pierden fluidez. Como para ellos la repetición es una muestra de debilidad sus solos suelen ser un montón de frases diferentes que no conectan unas con otras. El solo de un musimático suena más o menos así: Ayer fui a ver la nueva película de Superman y Batman. No me gustan los años de elecciones. A mi perro le encanta revolcarse en el fango. No puedo creer que ya se acabó el mes de abril. La semana pasada jugué Monopolio con mis sobrinos y perdí. Empecé a tomar café con leche de almendra y no está nada mal. Creo que a finales de año voy a comprarme un carro nuevo. Hace tiempo que no voy a la playa…
Los percusionistas musimáticos cuando acompañan no interaccionan con el solista. Te puedes parar frente a ellos, mirarlos a los ojos y pedirles más intensidad, pero no les va a importar lo que tú ni la música necesitan. Se mantienen apenas rozando su instrumento y practicando (durante tu solo) el patrón rítmico que han estado estudiando recientemente. No se supone que haya que pedir intensidad. Nada más que con lo que uno toca debería ser suficiente para que reaccionaran, pero a ellos no les llega el mensaje porque están metidos en su universo musimático.
Dijo un genio de los de verdad llamado Albert Einstein: “Since the mathematicians have invaded the theory of relativity I do not understand it myself anymore.” ¡Ja ja ja! Así es la vida… Y yo le añadiría que desde que los matemáticos invadieron la música no siento nada.
¿Alguna vez te pasado como a mí? Me ha tocado ir a tantos conciertos en los que lo que se toca está correcto y la técnica es impecable incluso hasta impresionante, pero no hay arte (algo que se supone que la música sea) ni sentimiento. He escuchado tantos músicos que son talentosos, pero que no tienen identidad, expresividad, creatividad ni originalidad… Cuando voy hago la prueba. Cierro los ojos. Es imposible distinguir quién está tocando. Todos suenan igual.
¿No se supone que la música es ARTE? ¿No se supone que la meta del arte es que cada artista tenga su propia identidad? ¿No se supone que cada músico/artista tenga su propio sonido? ¿Y de dónde viene la musimática? La semilla principal la encuentras en los lugares donde se enseña música como si fuera matemática. Dijo Paul Lockhart: “[Math] curriculum is obsessed with jargon and nomenclature seemingly for no other purpose than to provide teachers with something to test the students on.”
Me llora el alma cuando escucho esas notas frías, vacías y sin sentimiento. Me aflige escuchar un cliché tras otro y arreglos tipo template. Se me encoge el corazón cuando la música en vivo, la que debería ser fuente de pasión, éxtasis, unión y libertad, es tocada como si fuera música de fondo. Me da tristeza escuchar música que lo que dan ganas es de hablar, dormir, bostezar, mirar el techo, el piso, el teléfono o chequear el Facebook.
¿Y mi adorado duende dónde lo dejaron? Después de haber escuchado a un artista con duende y de haber sentido el poder de la música con duende es difícil conformarse con menos. Sobre el duende hablaremos la semana que viene.
Bien lo dijo Frederic Chopin (otro genio de los de verdad): “Simplicity is the final achievement. After one has played a vast quantity of notes and more notes, it is simplicity that emerges as the crowning reward of art.” Y no es que lo complicado sea malo y lo simple sea bueno. Complicado es una cosa y musimática es otra. La músimática suena diferente porque cuando algo es complicado a propósito se nota. No es lo mismo una música que habla de números y técnicas que una que cuenta historias. Cuando la técnica es la meta la música no logra ser ARTE. La magia y el duende desaparecen.
Los musimáticos cuando hablan de música suenan como si estuvieran en una clase de análisis. Quien me conoce sabe que es bien raro que hable de música y cuando lo hago hablo de sensaciones, emociones, creatividad, originalidad, etc. Por eso me encanta hablar de música con personas que no son músicos. Siento que aprendo mucho de ellos, de su perspectiva y experiencia. No quiero perder la conexión con estas personas ni mi capacidad de comunicarme con ellos. Cuando compongo y cuando toco, es precisamente a ellos a quienes les quiero hablar.
Sí, lo confieso, no me gusta la musimática. Pero no estoy diciendo que toda la música complicada es musimática o es mala, ni que los que la escuchan tienen mal gusto. ¡Qué bueno que existe la música complicada y qué bueno que hay personas que la aprecian y la disfrutan! Y obviamente hay alguna música complicada (que no es músimatica) que a mí también me gusta. Lo que digo es que, si eres músico y a ti tampoco te gusta la musimática, no tienes que sentir vergüenza por eso. Tienes derecho a que no te guste. Eso no te hace inferior a nadie.
Se trata de honestidad. Se trata de que lo que toques provenga de lo que sientes en vez de un frío cálculo mental. Se trata de tocar lo que la música pide o necesita, en vez de aquello que sirve para impresionar a otros. Además, si tu música no gusta a los musimáticos, alégrate porque es señal de que vas por buen camino. El que no guste a personas que valoran otras cosas es una confirmación de que lo estás haciendo bien. Por último te invito a que sigas el consejo de Debasish Mridha: “Write something simple like water, it will have the power to change you and the world.”
© Copyright Brenda Hopkins Miranda 2016. Todos los derechos reservados.
Como me ha dicho: la mente es una herramienta y debemos saber cuando apagarla porque nos atrasa. El arte es uno de esos casos. Aún así, después de, como escribe, haber escuchado mucha música y estudiado y buscar retos sonoros etc., es una decisión muy consciente y hace falta la mente misma para darle “shut down” a la mente. Paradójicamente, hago ejercicio mental con este blog: la sensibilizo, humanizo y la llevó a poner los pies en la tierra mientras le pido que se eleve. Gracias.