“It is not the how of painting but the why. To imitate a style would be a little like teaching a tone of voice or a personality.” ~ Ben Shahn
Así como los escritores leen a otros escritores a quienes admiran, los músicos escuchamos a nuestros ídolos. Todos los días descubrimos y añadimos más nombres a la lista de ídolos, guiados por esa insaciable y maravillosa energía llamada curiosidad. Cuando algo despierte tu curiosidad hazle caso, investígalo, explóralo. La curiosidad es la brújula que te indica hacia dónde ir y es también el combustible que te mantiene en constante movimiento = evolución. Lo significativo de la curiosidad es que, como nace de ti, no importa cuán lejos te lleve al final siempre te trae de regreso a ti mismo. Así que cuando la curiosidad llame a tu puerta, asegúrate de recibirla con los brazos abiertos porque todo aquello que captura tu atención está directamente vinculado a tu esencia.
Son muchas las instituciones educativas en las que se promueve que los estudiantes copien a los artistas que los maestros escogen por ellos, equiparando así la acción de copiar con la de aprender. Por ejemplo, a los músicos que estudian improvisación se les asigna aprenderse nota por nota las improvisaciones de otros. A esto se le llama transcribir. Quizás ya habías oído hablar sobre el tema o te ha tocado transcribir.
La transcripción usualmente se genera de una grabación, aunque hoy día puedes conseguirlas en partituras también. Para el músico y autor del libro “Improvisation; its Nature and Practice in Music” Derek Bailey, una grabación de una improvisación es un fenómeno en el cual lo que escuchamos ha sido removido de su contexto natural, ese apareamiento natural de música con lugar y ocasión. Afirma Bailey que lo que una grabación de una improvisación nos ofrece es “el congelamiento de un momento fijo en el tiempo”, algo así como una “fotografía de un bailarín”.
Transcribir significa escuchar una y otra vez hasta que uno ha “capturado” ya sea en papel o en los dedos cada nota que tocó el artista al cual estamos copiando. Es importante mencionar que más allá de las notas hay otro tipo de información valiosa como por ejemplo los silencios, acentos, pausas, dinámicas, articulaciones, la relación con el pulso, etc.
El que transcribe se acostumbra a escuchar la música de forma analítica. Una vez “captura” las notas, las analiza teóricamente con la intención de descifrar conceptos, fórmulas y patrones. La pregunta que me hago es: ¿Habrá sido el improvisador consciente de que estaba usando esos patrones? Pues puede que sí o puede que no. Hay evidencia que prueba que no siempre lo que un músico toca es el resultado de un ejercicio teórico mental premeditado y fríamente calculado. El mundo está repleto de músicos que crean y tocan músicas maravillosas sin tener un diploma, saber sobre teoría musical o ni siquiera saber leer música.
Además, han sido muchas las veces (mis favoritas, por cierto) en las que he tocado o creado cosas sin saber lo que son. En ocasiones he descubierto cómo se llama lo que he tocado después de haberlo tocado. Quizá por eso me encanta tanto esta frase de Miles Davis: “I’ll play it first and tell you what it is later.”
De todas maneras, preguntarse si vino primero la teoría o lo creado es como preguntarse: ¿qué vino primero el huevo o la gallina? ¿Realmente existe una respuesta? Yo creo que simplemente son caminos o métodos diferentes. Eso es todo. Cada persona escoge su método porque le funciona. Hay personas que están convencidas de que sólo se puede hacer buena música con la mente. Obviamente, yo no soy una de ellas. Yo creo que cuando hablamos de arte, tecnología y hasta de ciencia, hay muchas formas de llegar a una conclusión. Sobre esto también existe evidencia. Hay una larga la lista de importantes descubrimientos e inventos que son producto del instinto, suerte, casualidad, accidente o eventos fortuitos.
El punto es que hay tantos métodos para crear como personas hay en el mundo y ninguno es mejor que otro. A ti te toca decidir cuál es el mejor para ti. Quienes escogen transcribir lo hacen porque les funciona. Entienden que es el mejor método para adquirir vocabulario. En cierta forma la transcripción puede representar un atajo porque te ayuda a sonar bien en poco tiempo. Usualmente la persona que aprende un idioma pasa por una etapa que incluye hacer el ridículo, decir disparates y cometer errores. El que transcribe se ahorra esa etapa porque toca material que ya ha sido clasificado como correcto. Eso le brinda seguridad y sosiego. Tocar ideas de otros y usar conceptos que ya han sido aprobados no requiere el mismo nivel de riesgo que tocar algo que sale completamente de uno y que a veces ni siquiera sabemos lo que es.
La transcripción es un camino válido, pero no es el único. Quizás no sabías que hay músicos que no practicamos la transcripción y también obtenemos resultados positivos. No existe un solo camino que sirva para todo el mundo. En otras palabras: hay muchas maneras de llegar al mismo sitio. También se trata de que a veces no todos queremos llegar al mismo sitio. Todo va a depender de cuál es tu objetivo. Lo que para unos resulta beneficioso para otros puede resultar dañino. Ese es el caso de la transcripción.
Para alguien como yo cuyo propósito es la expresión de su propia esencia, transcribir puede significar un camino que va en la dirección contraria a la meta. Incluso, la transcripción puede llegar a ser una ruta peligrosa porque una persona que lleva mucho tiempo transcribiendo se corre el riesgo de llegar al punto de no poder diferenciar qué es suyo y qué es del otro. Es lógico pensar que las ideas que esa persona copió salgan a la superficie cuando toca. Por ejemplo, es prácticamente inevitable que un pianista que lleva tiempo copiando a Bill Evans suene parecido a él.
Resulta interesante que el mismo Evans dijo: “You give up your own personality when you imitate somebody.” Lo cierto es que Bill Evans existió y nadie, por mejor que lo copie, va a ser un mejor Evans que él. Su música y su sonido son la expresión del lugar-tiempo-espacio en el que vivió. Sus creaciones se alimentan de las preguntas, inquietudes y experiencias que fue acumulando. Cada nota, cada frase, cada melodía que tocó proviene de su pensamiento, visión, ideología, perspectiva y filosofía.
En mi opinión las notas son tan solo parte de la historia y contienen tan solo parte de la información. El sonido de un artista y su pensamiento son inseparables. En el libro titulado “Thinking in Jazz; The Infinite Art of Improvisation” del etnomusicólogo estadounidense Paul Berliner se cita al músico Benny Bailey diciendo: “Puede que sea de ayuda poder ver lo que alguien como Miles tocó, pero los libros no te enseñan realmente nada acerca de por qué Miles hizo lo que hizo, lo que estaba pensando. Es eso lo que se necesita.” El pianista Art Tatum también es citado comentando sobre un imitador suyo: “Bueno, él sabe qué yo hice en el álbum, pero él no sabe por qué lo hice.”
Estas palabras tienen relación con mi forma de ver las cosas. Cuando quiero aprender de un artista el método que escojo no es la transcripción. Si de repente toco algo que escuché a otra persona tocar es porque lo escuché tantas y tantas veces que se me quedó grabado y me sale sin querer, no porque me senté a transcribirlo. Pero la información que busco no está en sus notas, sino en su forma de pensar. No copio notas. Yo investigo la persona porque en mi opinión es precisamente su forma de pensar la que hizo que esas notas fueran posibles.
Por eso veo, escucho y leo cuanta entrevista, conferencia o escrito encuentre. Afortunadamente el Internet hace bastante fácil este tipo de investigación. Incluso, de vez en cuando tenemos la suerte de que el artista se dirija directamente a los estudiantes (que somos todos). Las siguientes palabras tienen mucho significado para mí. Son parte del discurso que ofreció el guitarrista Pat Metheney en la convención del International Association for Jazz Education (IAJE) en Nueva York en enero de 2001:
“As musicians, educators, journalists, industry executives, students, all of us, we all have an exciting opportunity to take jazz to places it has never gone, to turn it into a music that millions of people everywhere (people that don’t even know how much they love it yet) will find out what WE all already know: that the nature of this music has the ability to transform people, to enlighten them and enrich them in ways that ONLY this music can. But in order for that to happen, we all have to rise to this challenge, and it’s a big one: the challenge to recreate and reinvent the music to a new paradigm resonant to THIS era, a new time. It’s simply not gonna cut it to just keep looking back, emulating what has already been done with just a slightly different spin on it. We have to get to work to a degree that we haven’t seen for a while now on a broad level within the jazz community; we have to get our collective imagination working hard on a vision that is more concerned with what this music can BECOME than what it has already BEEN.”
Tener contacto con la sabiduría de un artista no tiene precio. Yo siempre estoy leyendo y coleccionando citas de personas que admiro. Soy súper fanática de programas de entrevistas como por ejemplo The Big Interview con Dan Rather.
En cuanto a mis estudiantes, a mí me interesa que descubran y se atrevan a ser quiénes son desde el primer día. Quiero que aprendan a confiar en sus propias ideas. Quiero que desarrollen su estilo, esencia, sonido e identidad. No quiero provocarles confusión llenándoles la cabeza con ideas de otros. Como educadora no ofrezco atajos ni entreno a mis estudiantes a evitar el error sino todo lo contrario. Quiero que se arriesguen de verdad y que aprendan una de las lecciones más importantes para un músico, sobre todo para un improvisador:
- Cómo equivocarse
- Cómo hacer que un error suene bien.
Los artistas que más admiro lo aprendieron. Cuando una persona aprende a equivocarse ya no le tiene miedo a nada.
Así que ya lo sabes. Puedes copiar los cuadros de los pintores franceses Georges Seurat y Paul Signac, o puedes aplicar la técnica del puntillismo que ellos usaron para crear los tuyos. Puedes copiar un cuadro de Picasso, o puedes aplicar su concepto del cubismo. Puedes aprenderte un solo de McCoy Tyner nota por nota, o puedes utilizar el concepto de la armonía cuartal que él utiliza para crear tus propias improvisaciones. Puedes aprenderte un solo de George Garzone, o puedes aplicar su concepto “triadic chromatic approach”.
En conclusión, cuando quieres aprender de un artista debes estar claro sobre qué buscas y con qué intención. Sólo así vas a poder escoger el mejor método. Yo soy del club de Herman Melville quien dijo: “It is better to fail in originality than to succeed in imitation.” Yo creo en las palabras de Henri Matisse: “The residuum of another’s expression can never be related to one’s own feeling.” Yo sigo el consejo de John Mason: “You were born an original. Don’t die a copy.” Por eso para mí la mejor manera de aprender de un artista es conocer su manera de pensar. Y la mejor manera de rendir tributo a los artistas que admiro (los pioneros y los originales) es hacer lo que ellos hicieron:
- Conocerme a mí misma
- Atreverme a ser yo
Te toca decidir cuál es el mejor método para aprender de otro artista. ¿Crees que tu investigación debe enfocarse en sus notas musicales? ¿Crees que debes aprender y aplicar sus conceptos a tu manera? ¿Crees que debes investigar su manera de pensar? ¿Quieres usar todos los métodos a la vez? ¿Cuál piensas que es la mejor manera de rendir homenaje a tus ídolos? ¿Crees que copiar a otro te ayuda a alcanzar tus metas o se opone ellas? ¿Transcribir o no transcribir? Yo ya decidí. Te toca a ti.
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