“Cooking is like painting or writing a song. Just as there are only so many notes or colors, there are only so many flavors – it’s how you combine them that sets you apart.’ ~ Wolfgang Puck
Una de las cosas que más disfruto es servir de coach a otros músicos. Me encanta acompañarlos en su camino como por ejemplo cuando se preparan para presentar un concierto o su recital de graduación. Cuando voy a sus ensayos procuro ayudarlos a ver el macro. No es tarea fácil ser líder, dirigir un grupo y a la vez ser uno de sus miembros. No es cosa simple tocar con precisión, ser expresivo y estar pendiente al mismo tiempo de que cada persona esté haciendo bien su parte. No es nada sencillo improvisar un solo y conjuntamente ser el responsable de dar las señales.
En fin, es complicado ver el bosque cuando estás metido dentro de él. Una de las estrategias que he creado para poder “ver el bosque” tiene que ver con qué puedes hacer cuando te toca ejecutar varios solos o improvisaciones durante un concierto. Así como las canciones tienen secciones diferentes dentro de su estructura, el concierto (el macro) debe tenerlas también. Si quieres ofrecer una experiencia satisfactoria a tu audiencia tienes que pensar en el macro. El macro, por supuesto, incluye tus improvisaciones.
Cuando vas a presentar un concierto es importante que tengas a tu disposición y sepas usar una variedad de elementos (sabores) de modo que puedas crear un balance. Imagínate que cada vez que vayas a comer lo único que sirvan sean postres. Si eres dulcero quizás te encante la idea, pero créeme que llegaría el momento en que te cansarías. Lo mismo sucede en un concierto. Aún lo bueno, si es demasiado agobia y aburre. En Puerto Rico le llamamos a eso un mosquero.
Como parte de ese balance que buscas para tu concierto están tus solos, o sea, todo lo que tienes que aportar como improvisador. Vamos a suponer que el concierto consta de 8 canciones. Si tocas todo lo que sabes hacer en cada uno de tus 8 solos, por más buen improvisador que seas te corres el riesgo de sonar monótono, repetitivo, predecible y hasta aburrido. Te arriesgas a que todos tus solos tengan el mismo sabor, por ejemplo que sepan a vainilla. Y no es que la vainilla sea un mal sabor. Lo que sucede es que una sobredosis de vainilla es la ruta directa hacia el mosquero.
Cuando improvisamos (creamos espontáneamente) es inevitable que salgan a la superficie nuestros hábitos automáticos. Puede que sin darnos cuenta: todas nuestras melodías empiecen en el y del uno, cada vez que toquemos un solo hagamos una descarga de notas rápidas, usemos siempre las mismas dos o tres escalas, nuestras frases duren dos compases exactos, no salgamos de las corcheas y los tresillos, apenas hagamos un silencio que dure más de dos tiempos, nunca toquemos una redonda, todos nuestros solos empiecen con la intensidad abajo, suban y vuelvan a bajar, etc.
Si no quieres que todos tus solos suenen igual o sepan a vainilla o que tus hábitos inconscientes se conviertan en clichés, te recomiendo que saques tiempo para pensar en cada canción y decidas, una por una, lo que quieres expresar en ellas. Si vas a tocar 8 canciones lo ideal es que suenes como si fueras 8 músicos en uno. Proponte ser un músico distinto en cada canción. Así ayudas a la audiencia a conocerte mejor porque expresas diferentes partes de ti y demuestras que posees una gran variedad de elementos, recursos, ideas y vocabulario.
Lo que hago con los músicos con los que trabajo es que les pido que que piensen en lo que la canción significa para ellos y que reflexionen sobre su título y melodía. Los invito a que mediten sobre el tempo y estilo en que van a tocarla. Finalmente les pido que al lado del título de cada canción que van a tocar en su concierto escriban una o dos palabras que describan el mensaje quieren comunicar. No se trata de planificar las notas, frases o motivos de su improvisación. Se trata de definir un ambiente, mensaje, emoción o actitud para cada canción.
Si vas a tocar “All the Things You Are” por ejemplo, ¿en quién vas a pensar mientras la estás tocando? Si nos dejamos llevar por el título se supone que en esa canción estás describiendo a alguien. Por ejemplo, no sería lo mismo describir a tu mamá, abuelo, hermano o pareja que a tu gato. Solamente con pensar en eso tienes un tremendo punto de partida para hacer TU versión. Hablo de una versión auténtica, porque estás haciendo una conexión íntima y personal con el repertorio. Si no te encargas de hacer esa conexión será muy difícil que tus interpretaciones suenen convincentes y honestas.
Si vas a pensar en tu mamá mientras tocas la canción y ella es una persona dulce y amorosa puedes hacer un arreglo y un solo que comunique eso. Si escoges describir a tu gato que es travieso o a tu abuelo que es gracioso, puedes hablar sobre eso también. Por otro lado, si vas a tocar “A Foggy Day”, dedica tiempo a pensar en las sensaciones o recuerdos que traen a tu mente la imagen de un día con neblina. Improvisa con esa imagen en tu mente. Expresa lo que ves durante tu solo.
Cuando termines de trabajar con el macro de tu concierto deberás tener una lista parecida a esta:
- “El Regreso”: Energía, Intensidad, Fuerza
- “Moose the Mooche”: Humor, Rítmico, Juguetón
- “Inside In”: Descubrimiento, Enigma, Espacio
- “My One and Only Love”: Pasión, Sentimiento, Amor
- “Reincarnation of a Lovebird”: Misticismo, Rústico, Tribal
- “Moment’s Notice”: Ingenio, Espontaneidad
- “Para Mexer”: Hogar, Familia
- “Sepúlveda Boulevard”: Baile, Sabor, Bravura
No importa si las canciones que vas a tocar las escogiste tú o las escogió otro por ti, te conviene hacer una conexión personal con cada una. La idea es que tengas algo diferente que decir en tus solos y que lo que digas esté basado en tu punto de vista sobre la canción. Lo que no quieres es tocar un solo correcto, pero que no diga nada. Tampoco quieres que tus 8 solos suenen igual (sepan a vainilla). Mucho menos vas a querer formar un mosquero.
Todos sabemos que por más que nos guste algo, nos puede llegar a cansar. ¿Podrías comer helado de vainilla 3 veces al día, todos los días de tu vida? No sé, quizás tú eres de los que podrían, pero ¿no crees que sería menos aburrido probar otros sabores de vez en cuando? ¿Qué estás esperando? Atrévete a ir más allá de la vainilla.
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